En diálogos que van desde julio hasta a septiembre, las dos amigas hablan de los preparativos de la violenta marcha en Casa Rosada, del sábado de las vallas y la alarma ante el frustrado intento de Montiel.
—Hoy me convierto en San Martín, voy a mandar a matar a Cristina… Me re pudrí que hablen y no hagan nada. Yo sí voy a hacer. Se me metió el espíritu de San Martín en el cuerpo… qué hija de puta se metió adentro antes de que le meta el tiro–, le escribió Brenda Uliarte a su amiga Agustina Díaz, a quien tenía agendada como «Amor de mi vida». Fue el 27 de agosto, aquel sábado que el gobierno porteño había puesto vallas en la cuadra de la vivienda de la vicepresidenta y que la multitud que ese día planeaba manifestaciones en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires terminó toda junta Juncal y Uruguay. Díaz le pregunta qué pasó. «Mandé a matar a la vice Cristina. No salió porque se metió para adentro. Una bronca te juro la tenía ahí. Los liberales ya me tienen re podrida yendo a hacerse los revolucionarios en Plaza de Mayo, basta de hablar hay que actuar. Mandé un tipo para matar a Cristi», respondió Uliarte. Estos y otros chats le fueron exhibidos a Díaz este miércoles en su indagatoria. Ella reconoció el intercambio y el vínculo, pero apostó a desligarse de los hechos con el planteo de que su amiga es «fabuladora», «manipuladora», «delirante» y «fantasiosa».
Es un argumento algo débil, ya que estas dos mujeres venían hablando desde mucho antes, Brenda manifestaba sus intenciones y Díaz no parece haberla puesto en cuestión. Incluso después del intento de magnicidio, Agustina le recomienda: «borrá todo». Tenían una relación obvia de confidentes y de intimidad. Todo hace pensar que eran pareja. Díaz dijo en la indagatoria ante la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo que es «inocente» y que nunca tomó en serio los comentarios que le hacía Brenda, pero que le seguía la corriente. Por el momento, le adjudican una participación en la planificación del ataque y posible encubrimiento.
Lo que vuelve a quedar en evidencia es que el plan de magnicidio existió, y que Brenda ejercía una fuerte influencia sobre Sabag Montiel, que compartía con ella todas las manifestaciones de odio al sistema, al gobierno y también expresiones antisemitas. La realización de inteligencia previa también está corroborada. Uliarte y Sabag también fueron llevados a Comodoro Py para ampliar sus indagatorias por la gran cantidad de pruebas nuevas acumuladas en los últimos días, entre ellas las comunicaciones que salieron a la luz del celular de ella. Ambos, a diferencia de Díaz –cuya defensa pidió excarcelarla–, se negaron a contestar preguntas.
Preparativos
El 4 de julio, casi dos meses antes del intento de magnicidio, Díaz y Uliarte tienen este diálogo por chat, al que accedió Página/12:
–Yo estoy organizando para ir a hacer bardo a la casa rosada con bombas motolov y todo–, le dice Uliarte a Díaz.
–¿Sería mejor no?–, le devuelve Agustina.
—Voy con el fierro y le pegó un tiro a Cristina (…) Me dan los ovarios para hacerlo–, se ceba Brenda.
–Por eso te amo–, dice Díaz.
Después Uliarte le comenta a la chica que «el tema es cómo» cometería el ataque porque «la vieja tiene seguridad». «No es joda boluda. Estoy armando un grupo para ir con antorchas, bombas, fierro todo. Voy a ser la libertadora de Argentina. Estuve practicando tiro, se usar un fierro», se explaya. Agustina le vuelve a decir «te amo». Uliarte estuvo en la marcha de antorchas del 18 de agosto frente a la Casa Rosada, promovida por la organización violenta y de ultra-derecha Revolución Federal. Después borró los posteos de Instagram que hizo desde el lugar.
Primer intento
Ese mismo 27 de agosto, la conversación entre las mujeres, después de que Brenda dijera con toda claridad que había mandado a matar a Cristina Fernández de Kirchner, siguió con unas frases sorprendentes.
–-Bank. Buena idea igual. ¿Cuánto te cobró?-– pregunta Díaz.
–No me cobró, lo hizo porque también está re caliente con lo que está pasando. Te juro que a esa la voy a bajar. Me tiene re podrida que ande robando y quede impune–contesta Uliarte.
—Te das cuenta del quilombo en el que te vas a meter, ¿no? Te van a buscar por todos lados si se enteran de que sos cómplice de la muerte de la Vicepresidenta–, sigue la amiga.
–-Por eso mandé a alguien–, responde Brenda.
–Aunque si, pero quien no va a querer meterle un tiro a esa vieja chorra— dice Agustina.
Uliarte le comenta luego que si llegaba a lograr su cometido tenía pensado irse a otro país y cambiar de identidad: «La tengo re pensada». Díaz le marca si tiene noción de la plata que necesita para eso. «No es mando a matar y me mudo del país. Te van a buscar de todas formas y la guita que necesites para todos los trámites», agrega. «Tengo algo de money, conocidos. Me voy pero antes quiero hacer algo por el país», responde Brenda. La pista sobre el posible financiamiento crece cada vez más en la causa.
Aquel sábado 27 la Policía de la Ciudad se abalanzó sobre los manifestantes que apoyaban a CFK y además hacía espionaje. A la noche la vicepresidenta habló sobre un escenario montado un rato antes. Sabag Montiel le reportaba a Brenda desde las inmediaciones de la vivienda de la vicepresidenta. «No, no es que se dé cuenta, el tema es qué hay una cámara de C5N, y hay poca gente, y la gente se está yendo, y el momento es ese, ahora ya es tarde, o sea son las 12 y ella salió a esa hora, y era a esa hora, o sea el escenario era con ella porque la habrán seguido ¿Entendés? Después vamos a ver en la tele a ver qué pasó porque cuando ella se metió, la siguieron y ahí tendría que haber sido». Da la impresión de que alude a otras personas de la organización. El agresor vuelve a decir: «No, ya se me metió adentro y el escenario el anfiteatro lo sacaron. Le toque la espalda a Axel Kicillof y se metió en un Toyota Etios eh y se fue, un quilombo. Ella está arriba pero no creo que salga así que ya fue, deja, voy para allá, quédate ahí. No traigas nada».
El atentado
El 1 de septiembre finalmente Sabag Montiel sacó la Bersa calibre 32 en medio de la multitud que saludaba a la vicepresidenta y la ubicó a centímetros de su cabeza. El arma se encontraba apta para el disparo pero la bala no salió, porque no entró a la recámara. Sabag hizo dos intentos. Brenda estaba muy cerca de él, que fue atrapado por militantes que estaban allí y luego arrestado por la policía. Ella se retiró haciéndose la distraída. Ese día tuvo comunicaciones llamativas con el cuarto detenido, Gabriel Carrizo (ver aparte). Antes, junto con Sabag Montiel, intentaron alquilar un departamento en Recoleta. Ella le había escrito tiempo antes, según reveló Gustavo Sylvestre en C5N: «Alto depto ese de Recoleta amore, si viereas donde vive Cristina entendés. Cristina vive en Recoleta, estamos re cerca de la mina, la podemos hacer p… (…) si hay que pegarle un corchazo ¿sabés que hace falta? Un franco tirador…ella se pone en el balcón y pimba, un tiro en la cabeza, hacerla mierda».
Al día siguiente del atentado, 2 de septiembre, Agustina y Brenda vuelven a chatear.
–¿Che, pero que onda que falló el tiro? ¿No practicó antes o le falló la adrenalina del momento? ¿Vos dónde estás? ¿No sería conveniente que vayas a tu casa?–, dice Díaz.
–En lo de una amiga. No boluda andá a saber si me allanan.
–Ya le hallanaron (sic) la casa (en alusión a Sabag Montiel). Lpm. El tema es que le van a peritar el celular. Y si hay alguna evidencia de que vos sabía lo que el iba a hacer. Y te contentaste.
Luego hay un mensaje borrado de Brenda.
–Ya también como que caes vos.
Otro mensaje borrado.
–Exacto. Safaban (sic) de todo. Pero el tema sería que el flete no te delate. Ni los demás que te hayan visto llevarte las cosas– dice Agustina.
–Lo hacía y quedaba como un n.n–, vuelve Uliarte.
–Yo tengo un cagaso (sic) de que te agarren y te periten el celu–, confiesa Díaz.
Un nuevo mensaje borrado.
–Tenés que deshacerte del celular. Y cambiar el número. Borrar tu cuenta, todo–, es la última recomendación de Agustina Díaz.